Corrígelo, ámalo.

¡Libertad! Es el grito adolescente que cada púber interpreta a su modo.

Cada día hay más padres controlados por los deseos de sus hijos, antaño los hijos obedecíamos sin chistar o nos caía; en su momento no lo entendí pero hoy le agradezco infinitamente a mi madre todas las lecciones aprendidas, sobre todo porque este mundo está cada vez más difícil de enfrentar y de no haber sido por su carácter hoy yo sería una debilucha. 

No me ha tocado una vida trágica, gracias a Dios pero tampoco mi vida ha sido, hasta ahora, lo que soñé exactamente.

Cuando somos demasiado jóvenes para entender las cosas de la vida, creemos que lo que pensamos es lo correcto y que todos los demás están equivocados, que lo que hacemos no le afecta a nadie y que los que no piensan igual que nosotros son unos tontos "pobrecitos".

Recuerdo la primera y única vez que tuve un accidente de tránsito, contaba con apenas 19 años de edad y me sentía dueña del mundo, iba a más de 70km/h y un anciano se cruzó en mi camino, me lo llevé de encuentro (lo demás ya lo leyeron en un post antiguo, si me leen), bien el tema es que hoy recuerdo aquellos días de recuperación con mucha nostalgia y de alguna manera con cariño, porque a esa edad yo sentía que podía hacerlo todo sola, aún suena en mi cabeza las palabras de mi mamá diciendo: ve con cuidado - al mismo tiempo me recuerdo respondiendo mentalmente: qué jodida.
Pues, debí haber escuchado, debí haber tomado en cuenta sus palabras, sin embargo después del hecho fortuito ella, leal a sus sentimientos me atendió sin renegar una sola vez, yo ya no era un bebé y tenía que cuidarme, alimentarme, asearme, llevarme al baño y hasta leer por mí. Aún puedo visualizar como si hubiera sucedido ayer, la primera vez que pude bañarme sola después de ese accidente, tenía heridas expuestas que me dolían terriblemente, como si me arrancaran la piel; ella se quedó parada en la puerta del baño observando y aunque no suelo ser escandalosa, no podía evitar los gritos de dolor pero tuve que hacer tripas corazón al verla a ella llorar por lo que yo estaba sintiendo.

Entonces entendí que por más que uno esté "grandecito", le debe a "ella", a su madre el haberle amado sin condición, sin tiempo, sin quejas. Este momento de mi vida me hizo comprender que, si bien es cierto ella comete errores, a veces hace cosas que duelen, siempre será necesaria y fiel a mí, porque soy su hija, no necesita más razones. Desde entonces he comprendido que debo escucharla más y obedecer en la medida de lo posible, como dice ella: la desobediencia tiene su consecuencia. 

Cada vez que recuerdo los momentos más difíciles de mi vida, ahí está ella, a mi lado, apoyándome, animándome, a veces regañándome. Pero siempre está ahí. Sin importar lo que suceda.

Sé que ella sufre cuando yo sufro, que llora cuando yo lloro, que es feliz cuando yo lo soy.

Podemos tener amigos a los que queremos y abrazamos a nuestro corazón, pero las madres son otro lote, ellas no siempre son las mejores amigas pero de hecho, son las amigas más especiales.

No corregir a un hijo es no amarlo, darle todo es anularlo.

A mí me sirvió, tal vez no lo entendía pero el tiempo me ha enseñado a ver que era necesario.

Gracias mamá.


Comentarios

Entradas populares